Escuela de Posgrado de Salamanca

Neurociencia de las emociones: cómo el cerebro da forma a lo que sentimos

Descubre qué es la neurociencia de las emociones

Las emociones son una parte esencial de la experiencia humana. Desde la alegría de un reencuentro hasta el miedo que sentimos ante un peligro, las emociones influyen en nuestras decisiones, relaciones y salud mental. Pero, ¿alguna vez te has preguntado qué ocurre en nuestro cerebro cuando sentimos algo?  La neurociencia de las emociones es una disciplina que se ha desarrollado con fuerza en las últimas décadas y que nos ofrece respuestas fascinantes a estas preguntas.

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¿Qué es la neurociencia de las emociones?

La neurociencia de las emociones es una rama de la neurociencia que estudia cómo se generan, procesan y regulan las emociones en el cerebro humano. Su objetivo principal es entender las bases biológicas de las emociones, es decir, qué áreas del cerebro se activan, qué neurotransmisores están involucrados y cómo las emociones influyen en la conducta. Esta disciplina combina conocimientos de la psicología, la biología, la medicina y la neurociencia cognitiva para ofrecer una visión integral del mundo emocional humano.

A través del uso de tecnologías como la resonancia magnética funcional y la tomografía por emisión de positrones, los investigadores pueden observar en tiempo real qué áreas del cerebro se activan cuando una persona experimenta emociones como el miedo, la alegría, la tristeza o la ira. Esto ha permitido establecer una relación directa entre ciertas estructuras cerebrales —como la amígdala, el hipotálamo y la corteza prefrontal— y el procesamiento emocional.

¿Qué ocurre en el cerebro cuando experimentamos emociones?

Cuando sentimos una emoción, se activa una compleja red de estructuras cerebrales que interactúan entre sí. No hay una única “zona de las emociones”, sino más bien un circuito distribuido que incluye el sistema límbico, la amígdala, el hipotálamo, el tálamo, la corteza prefrontal y otras regiones. Cada una de estas partes tiene un rol específico en la generación, interpretación y regulación de las emociones.

A continuación, analizamos cómo actúan estas regiones cerebrales en diferentes emociones comunes:

La amígdala y el miedo

La amígdala es una estructura en forma de almendra ubicada en lo profundo del lóbulo temporal. Es considerada el centro de procesamiento del miedo. Cuando percibimos una amenaza —real o percibida—, la amígdala se activa rápidamente y envía señales al resto del cerebro para prepararse ante el peligro. Esta activación puede desencadenar respuestas físicas como el aumento del ritmo cardíaco, la liberación de adrenalina y una mayor atención a los estímulos amenazantes.

Estudios han demostrado que las personas con lesiones en la amígdala tienen dificultades para reconocer el miedo en los rostros de los demás o para responder adecuadamente a situaciones de peligro. Esto subraya la importancia de esta estructura en la experiencia emocional del miedo y en la toma de decisiones bajo presión.

La corteza prefrontal y la alegría

La corteza prefrontal, especialmente la parte izquierda, está relacionada con emociones positivas como la alegría, el entusiasmo y el amor. Esta región también se encarga de la regulación emocional, es decir, del control consciente que ejercemos sobre nuestras emociones. Cuando recordamos experiencias felices o alcanzamos una meta, se activa esta zona del cerebro, lo que contribuye a una sensación general de bienestar.

Además, la corteza prefrontal desempeña un papel clave en el reencuadre cognitivo, una técnica usada en la terapia psicológica que consiste en cambiar la interpretación de una situación para modificar su impacto emocional. Por ejemplo, ver un error como una oportunidad de aprendizaje en lugar de un fracaso personal puede activar la corteza prefrontal y reducir la actividad en áreas asociadas al estrés.

El hipotálamo y la ira

El hipotálamo está vinculado con la regulación de funciones básicas como el apetito, el sueño y la temperatura corporal, pero también juega un papel crucial en la manifestación de emociones como la ira. Cuando una persona se siente amenazada o frustrada, el hipotálamo activa el sistema nervioso simpático, generando una respuesta fisiológica de lucha o huida.

Esta activación prepara al cuerpo para defenderse: se eleva la presión arterial, se incrementa la tensión muscular y se acelera el ritmo cardíaco. Aunque estas respuestas son útiles en contextos de supervivencia, en la vida cotidiana pueden resultar problemáticas si no se regulan adecuadamente. La conexión entre el hipotálamo y la amígdala es clave en este tipo de respuestas emocionales intensas.

El sistema de recompensa y el placer

El sistema de recompensa, que incluye estructuras como el núcleo accumbens, el área tegmetnal ventral y el estriado, está vinculado con la experiencia del placer. Este sistema se activa cuando realizamos actividades que nos resultan gratificantes, como comer, escuchar música o alcanzar un logro personal.

La dopamina, un neurotransmisor fundamental en este circuito, juega un papel crucial en la motivación y la sensación de recompensa. Cuando se libera dopamina, sentimos placer y deseo de repetir la experiencia. De ahí que este sistema esté también implicado en comportamientos adictivos. Comprender su funcionamiento es esencial para tratar trastornos como la depresión o la adicción, que implican una disfunción en la respuesta al placer.

El tálamo y la tristeza

El tálamo actúa como una estación de relevo sensorial: recibe información del entorno a través de los sentidos y la dirige a las áreas correspondientes del cerebro. Aunque no es exclusivamente emocional, su papel en el procesamiento de estímulos sensoriales lo convierte en una pieza clave en la experiencia emocional. En estados de tristeza, el tálamo puede filtrar estímulos de forma que se perciban como negativos o deprimentes, lo que refuerza el estado emocional.

En personas con depresión, se ha observado una menor actividad en ciertas partes del tálamo, lo cual puede contribuir a una disminución de la respuesta emocional positiva y una percepción más negativa de la realidad.

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